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En esta ocasión, y tras Un Dios salvaje, Polanski parece que vuelve al terreno en el que más cómodo se encuentra últimamente, el de una comedia que explotó sobre todo los primeros años de su carrera (piezas como Callejón sin salida o El baile de los vampiros son buena muestra de ello), y al que no ha vuelto a recurrir hasta estos últimos años (quitando algún caso excepcional como el de Piratas o algún otro).
Dirigiéndose a La venus de las pieles, obra de Leopold von Sacher-Masoch que a posteriori ha sido adaptada tanto a teatro como a cine (de hecho, el autor teatral David Ives co-escribe el guión del film), Polanski nos dirige a un teatro parisino en el cual, tras un día de audiciones para la pieza que va a presentar, Thomas se lamenta por el bajo nivel de los candidatos. Ninguno de ellos parece tener la envergadura necesaria para el papel central. Cuando ya está listo para irse, llegará Vanda, un torbellino de energía desenfrenada que encarna todo lo que Thomas detesta, pero que será la pieza de encaje perfecta para interpretar ese papel. Ella parece comprender el personaje a la perfección, y conoce todas las líneas de memoria, por lo que la atracción de Thomas hacía su performance terminará deviniendo en obsesión.
Mathieu Amalric y Emmanuelle Seigner protagonizan esta obra que ya pasó por Cannes, llega a Francia en noviembre, y en España todavía anda pendiente de obtener fecha de distribución.
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