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La televisión debía ser la única disciplina que el mexicano Guillermo del Toro -cineasta, guionista, novelista, dibujante y autor total- no había tocado aún. Problema solucionado: basada en su propia serie de novelas escritas junto a Chuck Hogan, posteriormente adaptadas al formato cómic, la nueva serie del canal FX, The Strain, viene a solucionar ese extremo y de paso proponer a los espectadores una de las experiencias más viscerales y entretenidas del verano.
El punto de partida es tan poderoso que corre el riesgo de empeorar: un Boeing 777 aterriza en el JFK de Nueva York y en su interior, todos los pasajeros y la tripulación parecen haber muerto. Lo que sigue es una interpretación en clave realista del vampirismo presentada esta vez como epidemia, una enfermedad dispuesta a erradicar a la humanidad del mapa. Los protagonistas de The Strain se enfrentan a un brutal contagio que pone sobre el tapete un complicado dilema moral similar al de The Walking Dead: cuando el responsable de expandir la enfermedad es una persona y no un ave, un cerdo o una vaca; cuando es el miembro más querido de tu familia, tu padre o tu hija pequeña, ¿eliminarías al huésped para terminar con la enfermedad?
Este es solo uno de los niveles, sin duda el más rabiosamente actual, dados los titulares de las últimas semanas en torno al ébola, que han convertido la serie en el hit de audiencia que sin duda ha sido (la segunda temporada ya está encargada). Pero en ella hay elementos mucho más interesantes que la realidad. En The Strain se aprecia bien filtrado el culteranismo de Guillermo del Toro, un señor que vive en una mansión victoriana entre figuras de cera de Boris Karloff, estatuas de Lovecraft y toneladas de volúmenes, pero sin que estos devalúen la serie a un entretenimiento friki o un mamotreto complejo.
La historia, extraída de una trilogía de novelas que le proporcionan un plan predeterminado (¿oyes eso, Bajo la cúpula?), se divide en varias líneas, pero la fluidez y sencillez narrativa priman sobre todo lo demás.
Por un lado, tenemos a los supervivientes del avión, que se ocupan de expandir la epidemia por Nueva York y que aproximan el relato a un thriller médico como Estallido (Wolfgang Petersen, 1995) o Contagio (Steven Soderbergh, 2011). Y cómo no, una trama corporativa que amenaza con tomar el control cuando todo cambie, algo muy en boga en los relatos serializados, y que nos sitúa en una suerte de cuenta atrás hacia el apocalipsis. Afortunadamente, la mano maestra del mexicano, un señor con un conocimiento enciclopédico del género de terror, se nota (y bastante): el asunto pronto se torna mucho más meticuloso y sobrenatural, con los investigadores de turno metiéndose en la boca del lobo según pasan los capítulos y dando al espectador el necesario anclaje humano.
UNA SERIE CON ELEMENTOS DE TERROR CLÁSICO
The Strain hace sencillo lo complicado. Por un lado se basa en elementos de terror clásico y gótico, con un monstruo indescriptible que se esconde en lugares oscuros y que llega de un lugar remoto a hacernos la puñeta. Pero por otro, añade a la fórmula sangrientos ingredientes de la ‘nueva carne’ de Cronenberg y el horror más contemporáneo, con una epidemia vampírica que ‘transforma’ los cuerpos del huésped y fabrica nuevos órganos, dando lugar a momentos de saludable gore (no falta la autopsia típica de los largometrajes de del Toro, y que aquí remite directamente a Blade II). En otras palabras, lo antiguo llama a la puerta mientras estábamos a otras cosas.
La estética de Guillermo del Toro, su gusto por la oscuridad, los apéndices carnosos, los gusanos, determinados objetos como los relojes (ahí está el recuerdo de Cronos (1993), su primera película... y de vampiros) así como determinados colores y texturas, perviven en The Strain y le dan coherencia con el corpus del autor. Esto va en detrimento de su verdadera originalidad: quienes conocemos y admiramos los largometrajes de del Toro, que dirigió el primer y extenso capítulo, probablemente encontraremos pocas sorpresas mientras la serie levanta su mitología.
Ahora mismo no se me ocurre ningún defecto que trasladarles sobre la serie. The Strain está bien escrita e interpretada, y aunque bebe como un vampiro de mil fuentes distintas, no es un calco de nada. Se aleja todo lo posible de un fenómeno como The Walking Dead, responsable del nuevo desembarco del terror en televisión, trasladándonos una angustia más lúdica y optando por el miedo genuino del cine de terror, tanto de serie B como de ambición más high concept. Se trata de una de las series más entretenidas que se emiten actualmente.