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Star Wars: Los últimos Jedi de Rian Johnson llega a los cines el 15 de diciembre y Mark Hamill, que vuelve a interpretar al maestro Luke Skywalker, ha confesado en declaraciones a JOE que el rodaje le recordó al de la primera película de la saga, Una nueva esperanza. "Recuerdo que tuve esta sensación repentina cuando estaba en lo alto de [la isla] Skellig Michael [en Irlanda, Ahch-To en el Episodio VIII], porque lo primero que hicimos en la original, antes de que llegara Carrie [Fisher] o de que llegara Harrison [Ford]... Fui con Sir Alec [Guinness] y Anthony [Daniels] y Kenny Baker, los dos droides, y fuimos e hicimos las escenas desérticas en Túnez -que sirvió para recrear Tatooine, donde Luke trabajaba como granjero.

"Estábamos fuera en la planicie salina, 360 grados de horizonte, porque estaba construido, nada crece ahí y había agua salada por debajo", rememora Mark Hamill. "Y entre plano y plano, si me daba la vuelta con el equipo a mi espalda, podías mirar y en este terreno de otro mundo, con los robots a tu lado, el coche flotante y la postura, con este atuendo... Era muy fácil transportarse y sentir realmente que estabas en una galaxia muy, muy lejana [...] Nunca tuve de nuevo esa sensación; no en El imperio contraataca, cuando fuimos a Noruega. Hacía muchísimo frío, pero la nieve es nieve; la había visto antes. En El retorno del Jedi fuimos al bosque de Redwood [al norte de California] y, de nuevo, maravilloso. Pero, otra vez, era algo con lo que me sentía familiarizado". ¿Por qué la localización para Ahch-To fue diferente para él?

"Skellig... Estás en lo alto, y no esperaba que me pasara, pero estaba como fuera de mí mismo. Fue justo con la puesta de sol, con las rocas escarpadas acercándose, y tuve esa misma sensación: "Oh, Dios mío, es como estar en otro mundo". 

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