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Hizo soñar a niños, hizo soñar a los hijos de esos niños, hizo soñar a los nietos de esos niños. Ray Harryhausen no solo fue el pionero de los efectos especiales, sino que inspiró a generaciones y generaciones de cineastas. Peter Jackson, George Lucas, Steven Spielberg, Tim Burton… Todos bebieron de él, todos recuerdan cómo en algún momento de su vida les impresionó el duelo a espadas de los esqueletos de Jason y los argonautas o los dinosaurios de Hace un millón de años. A su 90º cumpleaños en Londres acudieron John Landis y Terry Gilliam. Desde hoy, en el que Harryhausen ha fallecido a los 92 años según informa su familia mediante un comunicado en su web oficial, el cine, o al menos los aficionados que aún aspiran a disfrutar de la magia en una gran pantalla, se ha quedado huérfano.
A Harryhausen nadie le arrebató su pasión infantil: los dinosaurios, los mundos de fantasía. Nacido en Los Ángeles en 1920, sus padres le animaron en sus experimentos con marionetas (la había llevado a ver ¡con solo cinco años! El mundo perdido), y creció alimentado por películas como King Kong (1933), o los murales de criaturas prehistóricas dibujados por Charles R. Knight, como el de los pozos alquitrán de La Brea, en Los Angeles County Museum. En el instituto –de esa época nace su amistad con Ray Bradbury- demostró su destreza con las maquetas, y para mejorar sus modelos empezó a estudiar arte, anatomía y clases de cine para saber usar las luces y la fotografía en pro de un mejor resultado. Tras algunos pequeños trabajos, durante la Segunda Guerra Mundial acabó en la División de Servicios Especiales, dirigida por Frank Capra, gracias a su corto de stop-motion How to bridge a Gorge (1941), que impresionó a varios de los directores reclutados a filas, como el mismo Capra. Por eso Harryhausen trabajó en varias películas de propaganda, incluida la famosa Why we fight.
Acabado el conflicto bélico, Harryhausen compró un montón de película caducada y rodó varios cortos basados en canciones infantiles. Willis H. O’Brien, el mítico creador del gorila protagonista del King Kong (1933), de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, ya había conocido al impulsivo Harryhausen, y le llamó cuando Cooper decidió rodar un nuevo filme un simio gigante: El gran gorila (1949) supuso el lanzamiento en Hollywood de Harryhausen -a pesar de que el Oscar se lo dieron a O'Brien, que había hecho solo un 15% del trabajo-, cuyo talento quedó confirmado con su labor en Warner Brothers en El monstruo de los tiempos remotos (1953): esa fue la primera película que uso la técnica de Dynamation o de pantalla partida, que permitía que los monstruos del título se mezclaran con acción real.
Los años cincuenta son los del asentamiento de Harryhausen en la industria de Hollywood con títulos como Surgió del fondo del mar (1955), La Tierra contra los platillos volantes (1956), A 20 millones de millas de la Tierra (1957) o Simbad y la princesa (1958). Su productor habitual, Charles H. Schneer, decidió asegurar las manos de Harryhausen en este rodaje por un millón de dólares.
La década de los sesenta es la de sus mejores trabajos, y también la que le llevó a conocer España, donde vivió largas temporadas (siete de sus 16 películas se rodaron aquí), maravillado por los paisajes que le valían para cualquier fondo de sus historias de fantasía y aventura. Solía trabajar solo, y por eso necesitaba mucho tiempo para sus grandes secuencias. Así llegaron La isla misteriosa (1960), con su espectacular cangrejo gigante; la mítica Jasón y los argonautas (1963), con su pelea a espada con los esqueletos que aunque solo durara cinco minutos en pantalla necesitó cinco meses de elaboración; La gran sorpresa (1966), basada en un texto de H. G. Wells; Hace un millón de años (1966), otro de sus hitos, realizado en esta ocasión para la productora británica Hammer Films, o El valle de Gwangi (1969).
En los años setenta apostó por ralentizar su ritmo de trabajo, pero aún así filmó tres maravillas: El viaje fantástico de Simbad (1973); Simbad y el ojo del tigre (1977) y Furia de titanes (1981), donde por primera vez contó con dos ayudantes.Curiosamente los cinéfilos recuerdan todas estas películas porque Harryhausen trabajó en ellas, pero nunca las dirigió: él era el mago de los efectos.
Harryhausen se retiró en 1984, pero siguió haciendo algunos trabajos para televisión. En 1992 recibió el Oscar honorífico, y sus fans nunca se cansaron de rendirle tributos en pantalla: Harryhausen se llamaba un restaurante en Monstruos S. A.; Harryhausen se puede leer en un piano de La novia cadáver; otros cineastas han dirigido cortos basados en sus ideas... Por su 90º cumpleaños Peter Jackson le entregó un BAFTA de honor, y esa fue uno de sus últimos actos públicos. Harryhausen siguió apareciendo en documentales sobre su obra hasta que hoy ha fallecido en Londres. Hoy que triunfan películas tan digitales como Iron Man 3, no está de más recordar que en el cine hasta hace poco valía más el ingenio de un hombre que un programa informático.