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Una serie de éxito puede ser la mejor lanzadera para conquistar el firmamento cinematográfico. Y sino que se lo digan a George Clooney o Jennifer Aniston, que antes de saltar a la gran pantalla se hicieron con una legión de fans en la pequeña.

La última que podría seguir estos pasos es Sophie Turner, a la que todo el mundo conoce a la cándida Sansa Stark (la hija mayor de la casa Stark) en Juego de Tronos, serie de la HBO que ha generado un fenómeno de culto inaudito. La actriz británica, de 18 años, se presentó al casting por recomendación de su profesor de teatro y para conseguir el papel se tiñó de pelirroja, ya que ella es rubia natural.

Y parece que funcionó: desde los trece años la hemos visto crecer como intérprete y convertirse en el bellezón que es hoy metida en la piel de un personaje con el que, reconoce, tenía mucho en común. “Muchos compañeros me dicen que me parezco mucho a ella. Quizá al principio, cuando tenía trece años y era una de esas chicas que leía la revista OK! doce veces a la semana y exclamaba `Ooh, Justin Bieber´.



Esta semana estrena su primera película como protagonista, Mi otro yo, un thriller psicológico -con ecos del cine de terror japonés- en el que deja los vestidos de época por una estética a caballo entre gótica y punk. En él interpreta a Fay, una adolescente que se ve inmensa en una pesadilla cuando descubre que existe un doble que la persigue y quiere apropiarse de su vida. La actriz confiesa que aceptó el proyecto por su parecido con Cisne negro, una de sus películas favoritas.

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