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Daniel Radcliffe parece tener claro que el privilegio de haber interpretado a Harry Potter también conlleva una gran responsabilidad. Al contrario que Macaulay Culkin, Haley Joel Osment y otros niños prodigio que conocieron la fama y el éxito demasiado pronto, el actor hace gala de una juventud modélica tanto en lo personal como en lo profesional.

Con una fortuna estimada en más de 27 millones de euros y una fama equiparable a la del mismísimo Jesucristo, el actor podría haber tomado el camino más fácil y haberse entregado a una vida de excesos, exhibicionismo en las redes sociales (a lo Justin Bieber) y proyectos sin ningún interés artístico. Pero en lugar de eso, al igual que su ex compañera Emma Watson, su carrera avanza a paso lento pero firme con proyectos (de corte independiente) que están a la altura de su talento y las expectativas del público.

 Salvo un problemilla con el alcohol que reconoció con valentía y del que aprendió una valiosa lección, el único escándalo que ha dado ha sido profesional y tuvo que ver con la mirada sucia de los demás. Cuando el actor interpretó la prestigiosa obra de teatro Equus -primero en Londres y luego en Nueva York- muchos pusieron el grito en el cielo porque aparte de fumar e insultar por exigencias del papel también enseñaba la otra varita mágica. Pero todo quedó en un polémica alimentada por los tabloides y Radcliffe demostró que, más allá de Hogwarts, también sabe hacer magia sobre las tablas, una prueba de fuego fundamental para los intérpretes británicos.

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