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Se conocieron en una cena en Londres, antes del rodaje. Él tenía 24 años, ella 19. Mark Hamill admite que pensó: “Madre mía, voy a trabajar con una niña de instituto”. Nada más lejos de la realidad. El actor reconoce que se quedó “sobrecogido” enseguida, ya en aquella velada, por la manera de Carrie Fisher de ser “brutalmente cándida”. Porque ella empezó a hablarle de todo, entrando en detalles sobre cuestiones íntimas de su familia, como si se conocieran desde hacía “una década”. “Te catapultaba dentro de su mundo”, asegura Hamill. Poco después, ambos se convertirían en estrellas planetarias, gracias a Star Wars y sus célebres papeles: Luke Skywalker y la princesa Leia. Y ahora el actor ha querido recordar a su compañera de reparto, recién fallecida a los 60 años, con un largo artículo publicado en la revista The Hollywood Reporter.

“Carrie y yo ocupamos un área única en nuestras respectivas vidas. Fue como si estuviéramos en una banda que toca en un garaje y de repente pega un pelotazo tremendo. No teníamos ni idea del impacto que Star Wars tendría en el mundo. Recuerdo que nos fuimos de gira de promoción justo antes de que la película se estrenara. Cuando llegamos a Chicago, había una cola en el aeropuerto. Yo dije: 'Chicos, debe de haber alguien famoso en el avión'. Me puse a mirar a mi alrededor para descubrir quién era. Y entonces entre la gente vi a un niño disfrazado de Han Solo. Luego vi una chica vestida como la princesa Leia. Y dije: 'Dios, Carrie, ¡mira! Hay alguien vestido exactamente como tú. ¡Tiene los moños en el pelo!", es el arranque con el que Hamill homenajea a Fisher.

El intérprete repasa su amistad con la actriz, así como varios momentos del rodaje de Star Wars. Él, dice Hamill, era un chico de clase media, totalmente alejado de la fama. “Lo más cercano a una celebridad que conocía era un vecino del barrio, que trabajaba de botón y una vez le devolvió a Jerry Lewis la cartera que se le había caído sobre el asfalto en San Diego”, escribe el intérprete. “Ella era totalmente distinta. Había dejado el instituto para actuar en el coro de Irene en Broadway”, agrega.

Hamill destaca que Fisher estaba “comprometida con la alegría, la diversión y abrazar la vida”. Y que él se esmeraba en hacer locuras en el set para conseguir su sonrisa. “Hacerla reír era siempre un honor”, escribe el actor. Y recuerda cuando Fisher, para rebajar la tensión que se respiraba en el rodaje de El Imperio contraataca, le propuso a Hamill ponerse el mono blanco que llevaba su personaje. Él intentó oponerse: “¡Nunca cabré ahí dentro!”. Pero al final se dejó convencer, y no solo: Fisher le colocó una máscara de payaso, gafas y nariz postiza.

El intérprete cree que en el fondo Fisher recurría a la risa también como “mecanismo de autodefensa”. “Parte de la razón por la que era tan conmovedora era su vulnerabilidad, que veías la luz trémula de una niña que estaba suplicando y despertó mi lado protector”, afirma Hamill. Y agradece que ambos volvieran a coincidir en las nuevas entregas de la saga, con el estreno el año pasado del séptimo episodio, El despertar de la Fuerza, y el rodaje terminado del octavo, que llegará a las salas en diciembre: "Creo que mi presencia allí le daba más seguridad, que podía confiar en mi, por mucho que a veces fuéramos extremadamente críticos entre nosotros". 

“A lo largo de los años atravesamos por todas las gamas posibles, cuando nos amábamos, y cuando nos odiábamos. Pasamos por todo, éramos como una familia”, escribe el actor. “Si le caías bien, no había nadie tan divertido como ella en el planeta. Era capaz de hacerte sentir como la cosa más importante de su vida. Y luego podía haber un giro de 180º, donde estábamos enfurecidos y no nos hablábamos durante semanas. Pero eso forma parte de lo que hace que una relación sea completa”. Y el actor concluye: “Mi vida hubiese sido mucho más gris y menos interesante si ella no hubiese sido la amiga que fue”.

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