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Había tres leyendas que rodeaban al actor egipcio Omar Sharif: su buena mano con las mujeres, sus cabreos homéricos y que sus días empezaban al mediodía. Todas eran ciertos, y todas bien visibles. También sus gustos refinados, su apostura y su pasión por el bridge: esa sabiduría en el vivir y en la interpretación se han acabado hoy en El Cairo, donde la leyenda del cine ha fallecido esta tarde a los 83 años de un infarto de corazón en un hospital del barrio de Heluán, en el sureste de la ciudad, donde llevaba ingresado casi un mes. Según cuenta la agencia EFE, el arqueólogo egipcio y exministro de Antigüedades Zahi Hawas, amigo íntimo de Sharif, explicó al diario Al Ahram que el actor sufría de pérdida de apetito. Su negativa a ingerir alimentos -que provocó un deterioro de su salud, acuciado por su alzhéimer-  llevó a su hospitalización.

Cualquier entrevista con el ídolo suponía primero esperar a que el protagonista de Doctor Zhivago, Che!, Funny girl, Orgullo de estirpe y de docenas de filmes egipcios, el hombre que surgía de la inmensidad del desierto en Lawrence de Arabia, firmara autógrafos a diestro y siniestro: hasta sus últimos días mantuvo su fama mundial. Nacido en Alejandría en 1932, con el nombre de Michel Demitri Chalhoub, el actor empezó en el cine en 1954 con Shaytan al-Sahra. Al año siguiente trabajó con su amigo el gran cineasta egipcio Youssef Chahine en Siraa Fil-Wadi (y fue al festival de Cannes en 1955). En poco más de seis años filmó 18 películas seguidas, y cuando el equipo de David Lean llegó en 1962 a Egipto a rodar parte de Lawrence de Arabia, allí estaba Sharif para encarnar al jerife Alí -personaje conseguido por su perfecto inglés, que para eso había estudiado en la Royal Academy of Dramatic Art de Londres-: su figura se lanzó en el cine mundial. Por ese drama ganó un Globo de Oro y su única candidatura al Oscar. Su segundo Globo de Oro le llegó con su otra colaboración con David Lean: Doctor Zhivago.

Gracias a su físico, realizó bastantes personajes históricos (el Che Guevara, el zar Nicolás II y Genghis Khan son buenos ejemplos). Su único César, el gran galardón del cine francés, lo ganó con El señor Ibrahim y las flores del Corán en 2003, película que le recuperó para las nuevas generaciones.

Entre sus títulos más populares están La caída del imperio romano, Y llegó el día de la venganza, El Rolls-Royce amarillo, La conquista del imperio, La noche de los generales, El oro de Mackenna, Che!, Funny girl -en ese rodaje surgió su relación sentimental con Barbra Streisand-, Orgullo de estirpe, La isla misteriosa, Top Secret, El guerrero número 13 y Océanos de fuego.
Sharif hablaba un español preciso: cuando ganó algo de dinero trajo a su familia a Madrid, y hasta la muerte de su madre, en 1998, el intérprete pasaba largas temporadas en España. "No he vuelto porque me duele mucho el recuerdo. Aunque tengo sobrinos y sobrinos nietos madrileños", recordaba en el festival de Granada en 2009. En Madrid, en el barrio de Salamanca, aún está abierta la tienda de camisas de algodón egipcio Sharif.

El actor vivió siempre en hoteles, con pocas posesiones, y hasta 2006, como buen jugador apasionado, se movía de torneo en torneo de bridge. Hasta escribía de este juego de cartas en el Chicago Tribune. "Llegué a perder un millón de dólares en una noche. Lo dejé porque me he centrado en mis nietos. Mi hijo Tarek vive en El Cairo, y allí está con sus tres hijos". Aunque siguió trabajando hasta hace unos dos años, cuando le diagnosticaron alzhéimer (sus últimas películas, ambas de 2013, son Rock the Casbah y Un castillo en Italia, de Valeria Bruni Tedeschi), era muy crítico con su carrera. "Doctor Zhivago era mediana, la segunda parte de El señor Ibrahim y las flores del Corán sobraba... Sólo salvaría algunas de mis primeras películas con Chahine y Lawrence de Arabia". Ya no veía cine. "Sólo me atraen en la tele los filmes mudos de Chaplin".

Nacido cristiano -se convirtió al islam para casarse-, Sharif hablaba mucho sobre el entendimiento entre religiones y al final se definía como ateo: "Aunque soy bondadoso y cuando las cosas me iban mal Dios me ponía películas para que volviera a ganar dinero. Sospecho que en España no me entenderían, y en Egipto me matarían". La mujer que logró su conversión religiosa fue la actriz Faten Hamama, a la que hasta su muerte consideró el gran amor de su vida, y con la que tuvo a su único hijo. Con ella se casó en 1955 y se divorció en 1974. Hamama falleció el pasado enero.

"De mi galanura", confesaba en Granada, donde recibió un premio del Festival de Cines del Sur, "ya no queda nada. Desde 2004 no tengo novia. Bueno, ahora sí, dos de 35 años, una en El Cairo y otra en París, pero quedamos para cenar de vez en cuando. Al acabar nos damos dos besos en la mejilla y cada uno a su casa".

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