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Cartones Vintage

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Estamos ante una propuesta de lo más curiosa, que durante 63 minutos va a tratar de captar nuestra atención lo suficiente para que volvamos a ver el siguiente episodio. Un drama de evidente corte romántico con mirada al pasado (1945), viaje en el tiempo (hasta el siglo XVIII) y voz en off profunda para que sepamos qué piensa nuestra protagonista. Claire es una enfermera que tras el final de la II Guerra Mundial viaja a Escocia con su marido para reconectar tras los años del conflicto armado. Frank está de viaje con las Tierras Altas investigando su linaje, y a la vez reviviendo la pasión de su relación con su esposa (follan varias veces durante la primera parte del capítulo, claro entendimiento de que en la cama es donde mejor se compenetran). La magia de la zona comienza a hacer aparición en diferentes detalles (la lectura de la mano, el misterioso hombre que observa a Claire), pero es en el minuto 37 donde se produce lo más anticipado. La protagonista toca una de las piedras donde horas antes ha visto realizar una ceremonia druida y es transportada en el tiempo. La influencia o el simple nombre de un creador funciona a veces para hacer que uno fije su mirada en determinado proyecto televisivo.

De cara a Outlander, los espectadores se pueden dividir en dos grandes grupos: 1) los fans de los libros de Diana Gabaldon, que lleva contando esta historia en papel desde 1991 y 2) los fans de Ronald D. Moore, al que debemos la magnífica Galáctica, estrella de combate (2004-2009) y que afronta su primer proyecto como guionista en años, tras una especie de spin-off que no cuajó —Cáprica (2010)— y una serie que no pasó de piloto. De entrada cuesta ver qué interés podría tener el creador en una historia así, pero los 15 capítulos restantes de la temporada serán la prueba de si su mano maestra sigue funcionando. Starz está apostando mucho por Outlander, con la temporada más larga jamás otorgada a un serial, prueba de su seguridad en el atractivo de la propuesta. Dicha propuesta, aunque las novelas daten de principios de los 90, tiene mucho sentido en pleno 2014. La probada predilección de la audiencia por las series de época, la figura de una mujer fuerte y adelantada a su tiempo (le hacen un cunnilingus), la adaptación de un fenómeno editorial y la libertad del clave para tratar temáticas sin cortapisas.

La música de Bear McCreary y la belleza de los parajes son capaces de envolvernos en una atmósfera extraña, casi onírica, y el uso de la luz (o su ausencia) funciona como elemento dramático. La composición del reparto revela el empeño para la plena identificación con la historia, ya que solo Tobias Menzies es medianamente conocido para el ávido consumidor de televisión. Es en la cara de este grupo de desconocidos (lo que también será más barato para Starz en una serie que parece cara, todo hay que decirlo) donde seguiremos una historia que está gritando desde ya la gestación de una pasión romántica. Que el uso de la narración en off pruebe efectivo o un puro instrumento de guionista vago sólo el tiempo lo dirá, pero lo innegable es que si se acepta la premisa del viaje en el tiempo (descrito con una poderosa y efectiva comparación), uno volverá aOutlander para saber qué será de Claire en su nueva vida, presa de la dominación natural del hombre y sospechosa desde ya por su información del futuro. 

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