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En este rincón del Museo del Louvre, los cuadros están colgados a menos altura de la habitual y los textos explicativos son más breves e informales que de costumbre. Desde diciembre de 2015, el museo más visitado del mundo da la bienvenida a niños y adolescentes en un nuevo espacio pensado especialmente para ellos, en el que son recibidos por una excelsa comitiva formada por una Venus de mármol del siglo II, una efigie egipcia que representa al dios Ptah y un cocodrilo sagrado procedente de Papúa Nueva Guinea.

 El Louvre ha abierto la Petite Galerie, un área pensada como puerta de acceso a las inmensas colecciones del museo, que permite descubrir 60 obras de arte de distintas épocas y tradiciones. La primera exposición, que puede visitarse hasta el próximo verano, se titula Mitos fundadores. De Hércules a Darth Vader. Recorre la representación de estos mitos y leyendas en la historia del arte, de la antigüedad clásica a la irrupción de la modernidad, analizando cómo las distintas culturas se han servido de ellos para relatar el origen del mundo y entender el lugar del hombre en el universo. La muestra cuenta con lienzos y esculturas originales, procedentes de varios departamentos del museo y de otras colecciones públicas.

Un espacio intimidante

La misión de esta nueva galería, que suma cuatro salas de 240 metros cuadrados, es dirigirse a un público joven que no siempre se encuentra cómodo en un museo. “Algunos son originarios de culturas no occidentales o tienen una relación alejada con el arte. Como los museos en general, el Louvre puede resultarles intimidante”, reconoce el presidente del museo, Jean-Luc Martinez. Por ello han creado un nuevo espacio “para quienes se sienten fuera de lugar”. La mitad de los visitantes del Louvre tienen menos de 30 años. En 2014 fueron 4,7 millones, 675.000 de ellos jóvenes en grupos escolares.

Con el acompañamiento de un cuaderno que propone ejercicios de dibujo o juegos de observación, los niños pueden descubrir quién fue la hechicera Circe, que lograba transformar a los hombres en cerdos, observando un retrato que Guercino, pintor del barroco boloñés, firmó en 1650. Algo más allá, un lienzo de Brueghel el Viejo les permite aprender la historia de Eva y Adán. Una obra de John Martin comparte pared con otra de Yves Klein, entre un par de máscaras del teatro de sombras en Tailandia y distintos personajes del folclore japonés. Dioses y monstruos de todos los tiempos aparecen contrapuestos en un combate de luces y sombras, virtud y herejía, civilización y barbarie.

Sin embargo, es la última sala la que más ha dado que hablar. Está presidida por alguien tan inesperado como Darth Vader, el caballero jedi que terminó cediendo ante el lado oscuro de la fuerza. “En el museo hubo cierta resistencia, pero fui muy tozuda. Para mí, era esencial incorporar a figuras contemporáneas. Quería recordar que los creadores de hoy, se llamen George Lucas, Tim Burton o Hayao Miyazaki, también se inspiran en lo que encuentran en el museo”, explica la comisaria de la Petite Galerie y conservadora jefa del Louvre, Dominique de Font-Réaulx. Asegura que tuvo la idea para el proyecto al observar a sus dos hijos adolescentes pegados al videojuego Civilization, poblado por distintos mitos de la antigüedad clásica. Lo mismo sucede con Darth Vader, de quien se expone un casco original de 1979, procedente de la colección del futuro Lucas Museum of Narrative Art, que abrirá en Chicago en 2018. “El propio Lucas ha reconocido que se inspiró en el mito de Hércules. Ambos tienen una increíble fuerza que no logran controlar”.

Para la comisaria, el objetivo era rememorar la misión fundacional del Louvre, creado en 1792 en nombre de la educación artística. “De las utopías del Siglo de las Luces, puede que sea la única que ha sobrevivido”, sostiene De Font-Réaulx. “El museo no es un club para privilegiados. Todo el mundo merece ser bien acogido. Incluidos los niños, que no son visitantes de segunda categoría. El museo no es la escuela. Debe conservar una parte de libertad para albergar el descubrimiento, el asombro y el placer. Los humanos somos animales de placer. Cuando lo encontramos en un lugar, siempre terminamos regresando a él”.

Iniciativas para fidelizar a los niños

Desde los ochenta, los museos de todo el mundo se esfuerzan en frenar el envejecimiento gradual de sus visitantes. Los museos nórdicos fueron pioneros en potenciar la interacción con niños y adolescentes, que los mayores centros de arte del mundo han imitado luego. En la lista de museos más visitados del mundo en 2014 —liderada por el Louvre, seguido del British Museum, el Metropolitan neoyorquino y la National Gallery londinense— no figura ningún centro que no disponga de actividades adaptadas para los visitantes más jóvenes, incluidos el Museo del Vaticano en Roma, que oferta un itinerario para niños de hasta 12 años, y el Palacio Nacional de Taipei, que cuenta con una galería específica para niños.

Todos ellos proponen talleres y materiales en préstamo, pero algunos van algo más allá. Por ejemplo, la Tate Britain y la Tate Modern cuentan con un club para jóvenes de entre 13 y 25 años (Tate Collectives), que les permite organizar actividades especiales en ambos museos, a veces en horario nocturno. Como el Louvre, muchos disponen también de espacios específicos para ese público. El MoMA neoyorquino inauguró hace siete años su Art Lab, un laboratorio para niños que ya ha acogido a más de 200.000 participantes, a quienes propone aprender a diseñar una silla, esbozar una naturaleza muerta o participar en una obra colectiva.

El Centro Pompidou fundó hace cinco años su Studio 13-16, que acoge a adolescentes tres días a la semana para proponerles actividades específicas. Los museos en proceso de creación seguirán esta tendencia. La delegación del Louvre que abrirá en 2016 en Abu Dhabi contará con un espacio de 400 m2 destinado a las familias.

En Madrid, el Museo del Prado ofrece desde 2009 el programa El arte de educar, que propone itinerarios temáticos para alumnos de primaria y secundaria. A partir de 2016, acogerá también a los de bachillerato. Además, el museo ofrece juegos de pistas, teatro infantil y visitas adaptadas para niños de entre 3 y 12 años. Por su parte, el Museo Reina Sofía cuenta con dos espacios para talleres destinados al público infantil y juvenil. Uno de los programas del centro permite que los niños interactúen con artistas para vivir de primera mano las distintas fases del proceso creativo.

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